lunes, 7 de abril de 2014

La mujer sin regla

11:37 voy atrasado a juntarme con el Kotalo, gran ejemplar del rock nacional. Tenemos que grabar unas maquetas de lo que será su próximo disco. Anoche me comí una amiga de la Fran, la Fran. Me dio la impresión que no sabía culiar, que era virgen, que prefería los dedos al mete-saca en sí.
Camino a la estación San Joaquín del metro miro por la ventana los carteles de cerveza, y pienso que alguien debería asesinar a los publicistas de la cerveza Escudo y sus eslogans loleins y asquerosamente sexistas.
Me bajo del metro apurado, bajo las escaleras todavía con un poco de caña. Me duele el pie izquierdo, no sé por qué, no recuerdo haberme caído ni torcido ni nada anoche, pero ando cojeando igual.
Hola, Kotalo. Abrazo.
-wena, Javier, este es Cuevi
-cuánto?
-Cuevi
-hola
El tercero,  Pancho, es un chascón metalero que intenta abrazarme, pero no lo conozco. -Hola.

Luego de 3 fructíferas horas en el estudio caminamos a la estación Rodrigo de Araya a comer  completos. Pancho, el chascón, se fué a su casa y ahora nos acompaña, Aquelo. Otro de los estudiantes que hicieron de técnicos de grabación en el estudio. Aquelo es un especímen curioso. Tiene las pestañas largas y tiezas como las de un caballo. Debe medir con suerte un metro sesenta y tiene los lóbulos de las orejas pegados a la quijada. Casi inexistentes. Tiene una que otra vellosidad en la cara que luce sin complejos como barba. Mientras esperamos que Kotalo vuelva del cajero, Aquelo fuma. Le ofrezco agua. No quiere. Yo insisto en que no es necesario que Kotalo nos invite a almorzar, que esto es colaboración. Aquelo insiste en  comer completos.
-No había plata en el cajero, no me dejó sacar dos lucas solamente-.
- Filo, vámos pa la casa, nomá.
-Dale, caminemos a Rodrigo de Araya, tengo que tomar micro allá.
-Oh, mira. Están abierto los completos-, nos obliga Aquelo.
-ok, entremos.
Despúes de almorzar, Kotalo le pregunta a Cuevi a qué grupo pertenece él en su universidad, si a los metaleros o a los hip hoperos. -A ninguno-.
-Pero, ¿si hubiera una pichanga entre los metaleros y los hiphoperos en qué equipo jugarías ?-
-sería arbitro-

Salimos del local, Aquelo sube a su micro camino a la precordillera. Cuevi, Kotalo y yo subimos al metro dirección norte. Chao, Kotalo, abrazo. Chao, Cuevi, ¿abrazo? no, bueno ya, sí, no, mejor que no. Suena el timbre, van a cerrar la puerta, me doy media vuelta por poco la puerta me amputa mi pie izquierdo que me ha estado hueviando toda la mañana. -Nos vemos, hablamos! les hago una seña a través de la ventana, mientras el tren empieza a moverse.
Cojeo un par de cuadras camino a mi casa  recordando las manchas de sangre seca en las sábanas de la cama de anoche. -Mira lo que hiciste!- Le dije. -Eso no es mío- Nos reímos. No era de ella, me consta. Pero una broma ayuda a romper ese hielo matutino entre dos desconocidos que despiertan juntos.
La sangre, sangre que aflora de la vagina. Me acuerdo de ella. De la Mujer sin Regla. De su departamento decorado como casa piloto. De los afiches de Tolouse Lautrec, de las fotos de Marilyn, los sillones de cuero. De aquél maniquí grotesco junto al velador que usa como colgador de paraguas, sombreros y bestones. Me acuerdo del día que me contó  de su condición. Que simplemente no tenía ciclo menstrual, nunca lo había tenido, y que no le daba ni pena, ni miedo, ni sensación de invalidez , ni de bicho raro, de hecho le parecía bastante práctico e higiénico. Además, no puedes extrañar algo que nunca tuviste.
Fair enough, digo yo. Es una especie de superpoder que tienes. Tal vez por eso puedes subir el cerro San Cristobal trotando con resaca. Tal vez por eso tu abdomen y tus glúteos son pura fibra.
-No es un superpoder, yo soy una chica normal, pero sin regla.


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