Una micro llena de mujeres rumbo a donde trabajan la semana de corrido. Se siente en el aire el peso del domingo. Caras largas. Lolitas maquilladas, mujeres, madres maduras, señoras y abuelitas. Conversan. Escuchan música en sus audífonos. Miran por la ventana y duermen en la calma del vaivén de la nave serpenteando lejos de la ciudad. A su paso esa inconfundible estela de dulzor toca las fachadas de las casas.
El chofer ciego y anónimo, va depositando cada pasajera en su lugar hasta que esa delicada cámara femenina, vuelve a ser una fría micro vacía.
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