Cuando niño solía confeccionar las cosas que ansiaba,
práctica muy propia de los niños.
Con tantas ansias ansiaba que no iba a esperar a mi cumpleaños, ni menos a ahorrar el dinero suficiente para poder comprarlas, asique las hacía yo mismo.
Así fue como fabrique miles de armas; pistolas, cuchillos, espadas, escudos, cascos, artículos de guerra en general, motivado por Los Magníficos y por las películas épicas de semana santa. También fabrique una batería con botellas de plástico vacías con arroz por dentro para simular el sonido del tambor, una una caña de pescar y cosas así. Objetos que ansían los niños, juguetes.
De todos esos juguetes artesanales el que más me enorgullece, mi pieza maestra fue una vagina.
La verdad nunca la utilicé, osea no tengo el recuerdo de haberla usado o intentado usar, probablemente lo hice pero más me acuerdo de cómo la hice, de haberme pinchado los dedos varias veces cosiendo ( era básicamente un cojín con una abertura en el centro), me acuerdo de la desaprobación de mi nana, de las risas de mi hermano y vagamente de algo de culpa o vergüenza.
Pasó el tiempo y seguí insistiendo en fabricar la cosa yo en lugar de comprarla, todo debido a la falta de dinero y a la ingenua creencia de que el objeto realizado por mí iba a poder funcionar igual que el de fábrica.
Ahora tengo un título de artista visual, otorgado por una universidad que vale callampa pero en fin, lo tengo y en realidad lo soy, lo creo. Pero creo también que hay un arte que comete este mismo...no lo quiero llamar error, pero ya, error. Error de presentar ficciones creyendo que son verdad, de presentar versiones de algo y no ese algo en concreto. Error de manejarse en el terreno del "Hagamos que..", "Hagamos como si..", error de de usar la metáfora, de creer en la metáfora, de abusar de la metáfora en lugar de ir al cayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario