martes, 10 de diciembre de 2013
Yo presencié el día más triste del mundo.
Fue en La Reina, una mañana esperando que llegara la liebre para llevarnos al colegio.
Justo cuando íbamos bajando la escalera suena el teléfono y David le dice a la Berni: - es la mamá!. Ella, en ese entonces de 2 o 3 años salta de emoción y baja corriendo a contestar el teléfono.
Yo al ver esta hueá pienso que David es un cruel rematado y probablemente lloro. Me consuela la nana de turno. La van está esperándonos afuera, hay que salir rápido.
También presencié el día más feliz del mundo,
Fue un día con Pablo en el Central Park, cuando alimentábamos a las tortugas del tranque con escupo.
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