Desde la ventana del baño
ubicada justamente adentro de la ducha a la altura de la cara
osea empapado y desnudo
Trevor, con sus ojos de adolescente aún, pudo ver con claridad
solo un segundo
cómo los hilos atados a cada uno de sus dedos arrugados
movían a un séquito de marionetas
exactamente por los senderos que el había marcado.