sábado, 14 de febrero de 2015

No debería contarte esto. No debería decírtelo así de claro, aunque sea mi discurso recurrente y todo el mundo sepa que pienso de esa manera. Al menos no debería reconocer que lo reconozco. Porque si lo hago estaría tirando por la borda todo el esfuerzo de años, de por lo menos una década. Me estaría dando un cuchillo por la espalda. Me estaría saboteando. No, mejor no lo digo. Mejor no digo que no estoy satisfecho. Mejor no reconocer que todo han sido intentos fallidos. Y que mis extremidades y mis ojos y mis oídos no han podido moverse como quiero y que mi cerebro se avinagra.